El otro día me encontré con un
artículo que decía que un estudio de la Universidad de Almería había dado como resultado que las verduras y hortalizas criadas en invernaderos, tenían más antioxidantes que las criadas de otras formas; y ello parece ser debido a las horas de radiaciones solares que reciben en el invernadero.
Por otro lado hay que romper de una vez por todas con el mito de que lo producido en invernaderos no tiene sabor. Si así fuese mi pueblo sería un pueblo de insípidos, a los que les daría igual comer verdura, carne o paja, y os puedo garantizar que no es así. Como en todas partes, el que más y el que menos (y a su manera) tiene su punto de sibarita.
Además tenemos normas de calidad muy estrictas y todos los productos son recolectados en su momento óptimo de madurez y tamaño.
En lo referente a los fitosanitarios, es otro muro a derribar. Llevamos años practicando la lucha biológica con insectos auxiliares que destruyen plagas, trampas, feromonas, etc.; y para polinizar las flores también se utilizan insectos como abejas y abejorros.
Desde aquí quiero hacer hincapié en que los productos recolectados pasan por controles analíticos para detectar alguna materia activa prohibida. Las partidas de producto que dan positivo son retiradas y según la gravedad del caso, el propietario sería fuertemente sancionado llegando incluso al precintado del invernadero.
Así, de esta manera, es muy raro que alguien se arriesgue a incumplir las normas saludables.
Me imagino que muchos de vosotros habeis probado alguna vez el tomate raf, este es un ejemplo de que lo producido bajo nuestros plásticos no tiene por qué ser algo insípido como algunos se empeñan en afirmar.
